martes, 29 de diciembre de 2009

Las batallas by JEP




José Emilio Pacheco at the Octavio Paz award t...Image via Wikipedia
José Emilio Pacheco es un amo, siempre lo ha sido y lo será con premios o sin ellos. Por ello, a pesar de ser la madrugada de un día esencialmente inhábil, me dedicaré a predicar en este mi púlpito en medio de la nada sobre Las batallas en el desierto, fácilmente su novela más famosa y de las mejores que se hayan escrito en México o sobre México.

sábado, 28 de noviembre de 2009

Minificciones

Supuestamente la minificción sólo se maneja como género en español y que según también se cultiva en portugués pero mucho menos, aunque hay muchas minificciones en otros idiomas no existen las oleadas de escritores que tratan de domar el fino arte de narrar historias en menos de una cuartilla, ésa es la medida que hace de la minificción mini… aunque como ya todos sabemos hay algunas genialidades que no llegan a tener ni un renglón, como el celebérrimo El dinosaurio de Monterroso o algunos otros, como por ejemplo El emigrante, cuyo texto completo, escrito por Luis Felipe Lomelí, trascribo a continuación:
-¿Olvida usted algo?
-Ojala…

Hace poco fui invitado a la presentación del libro Pobre amor heterosexual de Karla Paniagua y ahí estuvo invitado Lauro Zavala, persona que no conocía hasta antes de esa presentación y resultó ser una persona bien versada en el tema, un experto en la materia, pero bueno.
Lo que ahí dijo me dejó pensando sobre la naturaleza de la minificción, pues mencionaron talleres, escritos, textos y sobre todo de algo con lo que estoy peleado a muerte: TÉCNICA.
Dijeron que existe una técnica para escribir minificciones, cosa que me resulta sorprendente.
Estoy de acuerdo que para escribir narrativa se tiene que tener una técnica. Yo uso la llamada “Pull” que me enseñó el Ing. Rafael Navia en Santa Fe con la esperanza de que colaborara con ello a la grandeza de la industria automotriz mexicana, no fue así, pero tampoco fue una pérdida total, pues descubrí que la técnica Pull también sirve para desarrollar narrativa.
Pero… ¿técnica para las minificciones?
Uno de los más grandes cultivadores del género fue Julio Cortázar, aunque como es de todos bien sabido –dice Lauro Zavala- el estilo mexicano es más ATM, o sea Arreola, Torri y Monterroso, pero me estoy desviando del tema, escribía que Julio Cortázar, genial cultivador de minificciones (y en general de ficciones de todos los tamaños) dejó para la posteridad este aforismo:

En la novela se gana por puntos, en el cuento por knock-out.

De manera que si con un cuento se tiene que noquear para ganar, en una minificción se tiene que noquear de un solo golpe. ¿Se puede hablar entonces de técnica cuando hablas de descontar cristianos yendo de a tiro por viaje? Porque un libro de minificciones bueno debe ser consistente y al decir consistente es más o menos el equivalente literario a Bruce Lee en El juego de la muerte, que en la parte final abarata chinos a diestra y siniestra.

Karla Paniagua es buena, me gusta su estilo, varios de sus textos noquean de un solo golpe y además hay en todo el libro referencias que nada más un adicto a los internets como este que escribe conoce (un botón de muestra, pero OJO, NSFW, o lo que es lo mismo no abra este enlace si está en su trabajo), es más, hay ciertas cositas que le agregan interés a sus minicuentos porque me sugieren que ella podría ser una chica que lurkea en 4chan y posiblemente hasta participe en él aprovechando el anonimato ESO NO ES CIERTO, NO HAY MUJERES EN INTERNET.
El problema con su libro es que no es consistente, la calidad de sus escritos es desigual, hay buenos, muy buenos y regulares, pero ni uno francamente malo como luego sí he visto que sucede con muchos consagrados. Algunos de sus golpes noqueadores van a dar al aire o no producen el efecto requerido, pero ya dije, ninguno tuvo la desgracia de dar en el blanco y recibir por respuesta un “mua mua, manacitos de bebé”.
También tiene otro problema: hacia el final, la historia que ella tomó como hilo conductor empieza a tener preeminencia sobre todas las otras hasta que se convierte en la única. De ese modo su libro pasa de ser de minificciones a ser de minificciones + una narración, lo cual no es malo en sí. Lo malo, lo verdaderamente malo es que siento que con ello y otros cambios que percibo a lo largo de volumen me dejan sintiendo que su personalidad por momentos se desvanece. ¿Qué significa eso? Que su libro fue sobretrabajado o sobretallereado. Hubo muchos opinando o hubo una sola Gran Opinión aportando sobre cómo debía quedar la versión final del volumen. Yo opino que cuando una persona crea tiene que haber un momento en que deba estar sola para que nada más ella asuma los riesgos de su creación y pues hay partes que parecen que ella no escribió.
Pero es nomás una sensación que me queda, seguro que se debe a que no he tomado mis medicinas.
Resumiendo, si yo hubiera tenido el manuscrito en mis manos y hubiera tenido los recursos para publicarlo igual lo habría hecho, tal como los muchachos de la revista Lenguaraz lo hicieron en éste que también es su debut como editorial “seria”; no pierda de vista a la mano derecha de Karla Paniagua, su debut es lo suficientemente prometedor como para que yo considere adquirir sus siguientes libros.
Calificación: Tres tenedores y medio de cinco posibles, siendo en este caso tenedores de libros.

El mejor carpintero no es el que saca más virutas
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domingo, 4 de octubre de 2009

El Big Brother, la neolingua y por qué somos inmunes (por ahora) al totalitarismo

Tengámoslo por seguro, niños: 1984 es de las novelas más choteadas de la historia, quizá la que más lo ha sido, y no lo digo con ánimo de sugerir que esté sobrevalorada, nada de eso, a lo que me refiero es que esta novela ha sido ya revisada de arriba para abajo en casi todos sus aspectos. Vaya, si tan sólo George Orwell hubiese vivido unos añitos a su Magna Opus, pero también si las cosas hubiesen sido de un modo distinto probablemente las páginas de este libro no rebosarían de ese pesimismo que lo hacen único, y tal vez ni supiéramos que fue escrita. cosas que tiene la vida.

jueves, 17 de septiembre de 2009

Jay Kay y la raza de los escritores

J. K Rowling es considera por pubertos ñoños y kidults como la mejor escritora del mundo mientras que otros seres amargados o tal vez celosos -dentro de los cuales hay gente que realmente respeto- la consideran como la escritora de Best sellers más inflada en la historia de la vida. Tanto unos como otros se equivocan feamente, pues no es ni una cosa ni otra.



domingo, 6 de septiembre de 2009

Libros de la venta nocturna del Fondo de Cultura

Hace una semana fui a la venta nocturna de una de las Librerías del Fondo de Cultura Económica, quizá la mejor organización cultural que tenga México, precisamente ellos tuvieron a bien organizar una venta nocturna porque celebran 75 años.

martes, 11 de agosto de 2009

Desayuno de campeones

A don Kurt Vonnegut le debemos mucho, fue el primer autor que leí cuyos textos eran 100% literatura. Fue un descubrimiento el haber encontrado Payasadas (Slapstick) en el librero de la casa, teníamos muchos libros entonces, sepa el Gran Espíritu dónde quedaron todos ellos. Después caerían en mis garras otros de sus libros, pero me faltaba un libro en particular que era éste.

En plena crisis sanitaria por la influenza porcina (a) “AH1N1” caí en una librería de viejo de la Condesa en donde lo encontré: Desayuno de campeones, editado por el sello Bolsilibros A.L, de La Habana, Cuba, en el año 30 de la Revolución, y sin tener siquiera un ISBN. Me valió gorro que ese ejemplar costara $100 pesos, que es mucho más de lo que estoy dispuesto a pagar por un libro de viejo y lo hice gustoso. ¿por qué?, porque Desayuno de campeones es conocida como al obra maestra de don Kurt Vonnegut. Ya sabrán la alegría que me dio llegar a mi casa con ese libro.

Dostoievski dijo que todo es como el océano; yo digo que todo es como el celofán.

Cuando lo terminé me quedé con cara de wut, aparentemente la que era según la obra maestra de Kurt Vonnegut era el libro con la premisa más débil de todos los que le he leído. La cosa era así: Escritor de Ciencia Ficción es invitado a una ciudad más o menos pequeña del Medio Oeste gringo a una feria de las ciencias y las artes; dueño de concesionaria de Pontiac está perdiendo todos los tornillos de su cabeza. Escritor de Ciencia Ficción deja un rastro de ideas infecciosas en su camino, llega a la ciudad de tamaño más o menos pequeño; se encuentran ambos en la inauguración la feria; al concesionario de Pontiac, tras ser expuesto a las ideas infecciosas del escritor, se le vuelan de una vez todos los fusibles y lastima a muchas personas, al final sale el autor de la novela (Vonnegut mismo dentro de su novela) y resuelve todo contándole la verdad de su existencia al Escritor de Ciencia Ficción, FIN.

Parecería una premisa mema, pero luego de pensarlo bien entendí perfectamente el porqué de la veneración a este libro. Primero no se parece otras novelas suyas; luego tiene un humor todavía más socarrón del que tiene y le mezcla una irreverencia casi infantil de la siguiente manera: a la novela la llena de ilustraciones que el autor hizo con un plumón de esos que ahora usamos para etiquetar cds y dvds; y por si fuera poco, como ya dije Vonnegut no nada más cumple con la función de narrador, también nos suelta sus ideas sobre su país, sobre la guerra, sobre la humanidad y el estado de planeta, y no, no está tirando netas aunque podría decirse que sí.

Como no le bastó andar escribiendo sus opiniones y sus ideales en la novela, interviene activamente en el desarrollo de la historia como un personaje; la novela dentro de sus curiosidades cuenta con una cantidad desproporcionada de personajes cuyas acciones son narradas con la misma diligencia que si fueran ellos los protagonistas; para acabarla de amolar, esas ilustraciones que están distribuidas por toda la novela son de “castores abiertos” (lol), sale también asteriscos (*), chamarras, chaquetas, la bandera nazi, la bandera gabacha, unos calzoncitos de niña, fórmulas químicas… en suma , hace lo que se le pega la gana, resultando que el libro se aproxima a la metaficción de un modo clásico pero a la vez atrevido, ¿no lo ven? En esta novela Kurt Vonnegut es Dios redactando (¿ideando?, ¿dictando?) la Biblia.

Los que amamos su sentido del humor, los que aprendimos de su estilo, podemos estar seguros que ésta sí es su obra maestra, modifica su modo normal de ser pero sin dejar de ser él mismo, deja el sello de la casa que es la misma sensación de otros trabajos suyos: que la vida es tragicómica y que por lo tanto no vale la pena tomársela en serio. Carpe Diem.

Vonnegut escribiría más trabajos de mérito después de esta rapsodia, por lo menos una novela cada 3 o 4 años, algunas colecciones de cuentos, escribiría ensayos en varios periódicos –me han dicho que muchos de sus escritos aparecían en La Jornada incluso cuando La Jornada dejó de ser un periódico plural para convertirse en un panfleto- siendo particularmente célebre el que publicó cuando W. Bush invadió Irak por los lulz, apenas murió hace un par de años de una manera ridícula, se cayó mientras bajaba de la escalera de su casa que da a la calle.

Vonnegut dejó dicho en el prólogo de Desayuno de campeones que escribió esta novela para irse preparando para cumplir los 50 años. Quiso renovar su obra, darle nuevos bríos e incluso cambiando un poco el cast de sus novelas cuyo espíritu está resumido en el siguiente diálogo que el autor tiene consigo mismo.

-Qué librito más malo te estás echando, eh –me dije a mí mismo.

-Sí, lo sé –me respondí.

-Lo haces para no acabar suicidándote como tu madre.

-Sí, lo sé.

Etcétera.

domingo, 2 de agosto de 2009

¿Le puedo servir en algo?

Trabajar en una tienda departamental desangronsbe ser una monserga, tener el sueldo atado a comisiones también es una nefastez, y si a eso le agregamos que lo que vendes es libros, manito, estás amolado.

La gente que compra libros no se comporta como un comprador común, ¿por qué? Por la simple razón de que los ellos son esa clase de personas que prefieren perderse para luego encontrarse, cuando llegan a un cruce de caminos, a una encrucijada, generalmente tomarán el camino menos transitado; para los lectores el viaje es tan importante como arribar al destino, evitan las prisas, se detienen a oler las flores y se suelen recostar en los jardines durante las tardes de verano nomás pa ver pasar las nubes.

Los compradores de libros no requieren la misma clase de atención que se le da a alguien que quiere un pantalón o una mochila. Quienes compramos libros nos gusta hurgar en los estantes, ver qué hay y qué no hay, porque en una de ésas posiblemente esté el libro aquel que siempre deseaste tener porque lo leíste en la biblioteca de la escuela o aquella otra que te falta para comprender la parte vital de algún miembro de tu panteón personal. Uno nunca sabe.

La única manera en que un biblómano pudiera pedir la asistencia de  una de esas pobres almas vendedoras es que ya vio todo lo que quería ver y no encontró nada… y eso nada más sucede cuando el vendedor no estuvo importunando.

Por eso resulta hasta lógico ver que las grandes cadenas libreras están mutando a cafeterías que venden libros o en centros sociales en donde hay cineclub, se entretiene a los niños con cuentacuentos, tienen una galería de arte, ofrecen cursos, tienen una cafetería y, además, venden música, cine, artesanías, revistas periódicos y hasta, caray, libros.

Pobres de aquellos que deben vender libros en los mismos sitios donde se venden dulces y gabardinas, sus comisiones dependen más del azar que de la propia diligencia.

viernes, 24 de julio de 2009

Publicar y concursar

Según yo ganar concursos y publicar tus textos es algo muy bueno, pero hay veces en las que la realidad me demuestra que podría ser que nomás es pura vanidad.

Una noche que iba de regreso a casita después de uno de esos horrendos días en los que pasa de todo, un señor se me acercó para venderme sus libros, quesque para comprar su boleto de regreso a su tierra. Sus libros en general era de los llamados “Clásicos de la literatura” en ediciones baratas similares a las de Época u otra del mismo pelo. Edgar Allan Poe, Rubaiyat de Omar Khayyam y así, salvo una gran excepción, la que compré.

El título no podía ser más equis: Primer cuentario, por Adalberto Agudelo Duque, escritor colombiano, la segunda y tercera de forros daban cuenta de que era un escritor que en el año en que se publicó ese libro (1980) era un colaborador de diferentes revistas y que ese “primer cuentario” había ganado el primer premio en el concurso de cuento Caldas 75 años, pero fue una edición hecha muy a webo, por decirlo de algún modo.

El ejemplar que compré fue editado por la Biblioteca de Escritores Caldenses (Manizales, 1980) y rebosa de errores y chapuzas por todos lados: En lugar de usar fascículos de hojas dobladas y cosidas, fue cortada y pegada a la brava con la mancha chueca; las tapas son de vil cartoncillo en donde sólo le pusieron el título, el autor y la editorial; la fuente elegida para imprimir el texto era larga, recta y sin serifs, ya sabrán los feo que fue leerlo; además el cuidado editorial fue nulo, por lo que salieron dos que tres tecladazos por aquí y por allá, y para acabarla de amolar hay errores recurrentes como “sinembargo”.

O sea, una edición hecha nada más para salir del compromiso, quizás hasta haya sido hecha así con toda la mala fe.

Lo fabuloso de este volumen precariamente editado es que son cuentos interesantes. Lo primero que sale a relucir es que el autor también sabe de poesía, cuando a un escritor se le dan ambas cosas se nota en su retórica y en las figuras que emplea; la segunda cosa que se ve es la ausencia de nombres propios, pero no a la manera de Saramago, aquí no hay personajes sino descripciones, lo más próximo a un nombre propio son los oficios como “el leñador” o circunstancias como “Él”, peor todavía, hay cuentos en este volumen en los que de plano el único personaje es nuestro querido amigo “Anónimo”, sí, ese muchachón que encabeza raids auto-organizados en 4chan.org, que igual que fue Fuenteovejuna es en la actualidad el Jefe Final de los internets y que es uno y a la vez legión y que, sobre todo, jamás perdona.

Como esos textos son la multivoz de Anónimo, sobra decir son textos muy intensos en los que igual se lincha -linchar es uno de los pasatiempos de Anónimo- o se siente terror o pura rabia animal. Realmente no recuerdo haber leído textos así en este lado del hemisferio.

Cuando terminé de leer este volumen me fui al oráculo y le pregunté por este autor, me dio varias páginas en las que dan cuenta que casi 30 años después ha seguido publicando y escribiendo, su bibliografía es sumamente extensa y sin embargo (“sinembargo”) ésta parece tener nada más relevancia local, dentro de la zona de Manizales. Un escritor mexicano u argentino de menos de 40 años ya estaría manteniendo un blog o habría fundado una revista o algo por el estilo. Pero a Adalberto Agudelo Duque parece no importarle mucho lo de los interwebs o esa perruna lucha por sobresalir, pues está por ahí pacientemente esperando a que lo descubran… o quién sabe, a la mejor ya sus huesos reposan bajo el suelo fértil de Manizales y uno ni en cuenta.

lunes, 20 de julio de 2009

El clásico del Futuro

sem-libros

Cuando voy a una librería de viejo siempre busco la típica joyita que está a precio de regalo, no es muy difícil de conseguir, pues para eso nomás tienes que tener una idea clara de lo que buscas, ayuda también haber leído (por más odioso que pueda sonar) libros que hablan de libros. Los libros que hablan de libros -crítica, ensayo, análisis y demás bichos retóricos- son generalmente aburridos y no aportan demasiado, pero vaya que orientan.

Ojo, no estoy diciendo que esos libros sean en realidad catálogos de comprar de libros, no… bueno, también sirven para ello, pero no es ése su objetivo, y por cierto, la crítica no es el objetivo de este texto, así que regreso a donde estaba yendo antes de meterme en más digresiones.

Los libros que hablan de libros siempre reparan en los clásicos, mencionan a los grandes para bien o para mal: las razones por las que Mengano era bueno, por qué Zutano en realidad no era tan  bueno; OK, Perengano escribía así porque fue el hijo de en medio, asesinaron a su madre y su padre lo violó repetidamente, etcétera.

De tales libro la mayoría van así: Torombolas (casualmente uno de mis autores favoritos) era bueno, junto con Rayastd creó una nueva manera de escribir sobre… (momento, ¿quién  cuernos era Rayastd ?), la temática que ambos manejaron fue similar en X (uno de los mejores libros que he leído) y TBD (¿qué?); Z, K y sobre todo en A (nunca he oído de esos libros) , etcétera, y así van hasta que te nace la curiosidad; si, para empeorar las cosas, el autor de la crítica o el ensayo en donde leíste eso es, digamos, alguien como Petronium o Valsedams, autores que tú admiras y respetas, acabas yendo a la librería más próxima a tu corazón.

Llegas y encuentras que Rayastd es un autor descontinuado, ¿qué hacer entonces? Fácil, las librerías de viejo, ve a ellas.

En las librerías de viejo me he encontrado cosas como Concierto para guillotina y 40 cabezas de Hugo Argüelles; Obras completas de Monterroso; algo de la pulpa de Doc Smith; muchas novelas de Álvaro Laiglesia; un par de libros de Kurt Vonnnegut y cosas por el estilo.

Mas hay algo que me gustaría conseguir: el clásico del Futuro. ¿Pero qué es eso del clásico del futuro?, pues un libro que por ahí anda, olvidado, lejos de los compradores hasta que un buen día cae por ahí un despistado (o sea yo) que lo compra, lo lee y se da cuenta que es muy bueno. Más tarde, un escritor famoso o un crítico de peso pesado completo está remoloneando en su biblioteca personal, hurgando viendo en que entretenerse y se topa con que alguien o algo (una fundación o algún capitán de la iniciativa privada) le regaló ese mismo libro que tú adquiriste y lo lee y llega a la misma conclusión: Este topilo era un genio, hay que correr la voz.

El crítico o el autor de marras tendría una columna o un lugar desde el cual pontificar o dar a conocer sus lecturas o sus opiniones y en él diría algo como “somos unos pelmazos, fuimos muy injustos con este autor olvidado, el momento de hacerle justicia ha llegado”. Así hizo Bukowsky con Fante, de no haber sido por Bukowsky Fante seguiría en las librerías de viejo en rebajas de a 5 pesos en lugar de ser reeditado por Anagrama y otras editoriales del mismo vuelo en otros idiomas.

¿Ganaría algo con ello yo? Pues dos dos, sí sería presuntuoso de mi parte decirle a mis colegas, “hombre macho, yo ya había descubierto a este Basenanstsk en las librerías de viejo, lo hice antes que el gilipollas este de Maestranzo lo diera a conocer en la Letras Rebeldes del mes pasado”, y sí, sé que sería muy presuntuoso y probablemente lo haría con todo y todo.

También lo que me ahorraría sería un varote, no es lo mismo comprar libros de editoriales ya fallecidas en remate a comprar esos bonitos y sumamente nice ejemplares que nos mandan de la Madre Patria la ya mencionada Anagrama o alguna otra de la misma especie como Seix Barral, Tusquets o Minotauro.

Este breve texto me servirá para preparar los siguientes que vendrán sobre autores que no cualquier babas conoce pero que hay que buscar, como son Felisberto Hernández, Macedonio Fernández y Pablo Palacio, entre otros. Escritores únicos que fueron más o menos ignorados en vida, pero que ahora han recibido todo el crédito que se merecen y hasta se les da ya el tratamiento de Leyendas.

viernes, 17 de julio de 2009

Nada que ver

Mi paisano Jorge Dorantes, alias El Llorch es posiblemente el mejor escritor tampiqueño de su generación y también, como le pasa a Sergio Zurita, uno de los escritores más ninguneados de nuestra bananera república.

La razón por la que ambos son ninguneados e incluso vilmente ignorados es que ambos trabajan para los medios masivos de comunicación, más en específico para el doctor René Franco, lo cual explica cabalmente el odio que parece tenerle la intelligentsia nacional a este par.

Ambos trabajaron para él en su programa de radio, de hecho Sergio Zurita trabajará per sécula seculorum para el susodicho; Jorge Dorantes ya no lo hace y aparentemente no lo hará más. Fue chalán de René Franco en El Economista cuando éste era editor de la sección de espectáculos y cuando René Franco decidió dedicarse a otros asuntos y dejar su silla de editor, el Llorch rápidamente se sentó en ella, colaboraron más tarde en la creación de algunos de los gags radiofónicos más hilarantes que hubo después de la muerte de Radioactivo 98.5. La época dorada del programa de René Franco se debió a la inclusión del Llorch en él y todo parecía ir bien hasta que el Llorch botó el arpa y se largó a Tampico a escribir una novela que permanece inédita y que ni siquiera sabemos si se terminó o no. El Llorch volvería a colaborar con René Franco, pero ahora en la tele, hasta que cometió el error profesional de irse a trabajar a un horroroso programa del canal Sonny conducido por un venezolano verdaderamente intragable.

El Llorch, a diferencia de Sergio Zurita, no es un autor muy prolífico, nada más ha publicado, hasta donde sabemos, una sola novelita llamada Nada que ver, pero que es una joya.

La novela trata de las desventuras de un pesimista crónico, llamado Rodrigo, que tiene una idea metida en la cabeza: todo es una trampa, se la está pasando chido porque Murphy tiene planes especiales para él, siente que en el momento que baje la guardia Murphy se le abalanzará Murphy ensartarlo como brocheta.

¿Cuáles son los motivos que Murphy le dio para pensar eso? Pues vive bien, gana un varo, es rostro, tiene una esposa y dos amantes y las tres lo aman con locura, Rodrigo piensa que algo no anda bien, y cuando se gana el sorteo del Tec esa idea se le vuelve una certeza y emprende el camino de la autodestrucción de una vez.

Lo divertido de esta novelita es que los esfuerzos de Rodrigo por autodestruirse son recompensados con el fracaso, pues Murphy, en su inalcanzable sabiduría, se percata de los propósitos de Rodrigo y lo castiga con todavía más buena suerte, para terror y asco de Rodrigo.

La novelita fue escrita con una prosa que además de ligera es precisa; posee un sentido del humor inusualmente negro y malandro para un nacido en los 70 y además los pasajes más oscuros cuentan con una sensibilidad que demuestra que por lo menos hay UN guionista de televisión que es capaz de sentir la vida a su alrededor y no nada más escribir chistes que no son chistosos o líneas para programas matutinos conceptualmente exagerados y gritados.

¿Por qué no escribe más el Llorch? Es un misterio, a la mejor porque le da flojera, quizá no se siente inspirado o puede que no lo quieren publicar, no se sabe, pero coño, está desperdiciándose un gran talento que por ahora languidece en la mesa de redacción de uno que otro talk show que son, a pesar de su presencia, puro fracaso, sida y cáncer. Y mientras tanto, escritores de calibres menores publican buenamente y la generación a la que él y yo pertenecemos se le conoce como “la Generación Invisible”.

Si hay justicia en el mundo Jorge Dorantes publicará no uno novela más, sino muchas otras, por el bien de las letras de Mexicalpan de los Tomates rogamos al Gran Espíritu por que así suceda.

domingo, 12 de julio de 2009

Chin Chin el teporocho

Hubo un tiempo, ya lejano, en que Armando Ramírez fue un joven valor de la literatura chilanga, cuando llevaba puesto un pantalón de mezclilla, una chamarrilla de pana con borrega por dentro y calzaba tenis o zapatos comunes. Cuando todavía no escribía de Tampendécuaro y sus joviales ciudadanos o salía en la tele ataviado en unos esmóquines tan pasados de moda como mayativos haciendo recorridos culturosos o realizando colaboraciones humorísticas en alguno que otro programa de radio. Fue en esos idos tiempos cuando Armando Ramírez escribió Chin Chin el teporocho.

Qué puedo decir, es una literatura hiperrealista debido a un descuido deliberado, deliberado por parte de la editorial y deliberado por parte de Ramírez, que entregó una carta a los editores y que éstos reprodujeron en el libro, pidiendo que la novela fuera publicada tal cual, con todos los horrores de dicción, ortografía y de oído, según que para darle mayor realismo a la novela, pues bien, descuido o hiperrealidad, es un dolor leerla así; ya que uno se acostumbró al dolor te topas con que está escrita en diálogos hilados que caen y caen y caen uno tras otro, uno tras otro, amenos, llenos en efecto del espíritu de Tepito y otros de los que entonces eran los barrios periféricos, los arrabales de la Ciudad de México.

Sí, es un libro bueno, más tomando en cuenta que Armando Ramírez tenía 19 años cuando se la publicaron y que su educación formal había sido tan buena como la de cualquier joven mexicano de principios del siglo XXI.

Lo interesante es esto que encontré por aquí sobre cómo escribe:

…pretendo escribir mentándoles la madre. No me interesa tener el respeto de la clase media, de la universidad o las sociedades culturales, nunca tuve una beca ni me he acercado a los grandes vudús para que me palmeen la espalda

Escribir como el Manitú te dio a entender, el sello que realmente distingue a los contendientes de los pretendientes, quizá debamos conseguir otro de sus otros trabajos. Digo, a final de cuentas aburrido no es.

Además de que el señor se puede rentar para asustar a los niños que no quieren tomarse su sopa.

Chin Chin el teporocho, Armando Ramírez, Editorial Novaro, 1972, Naucalpan, Estado de México.

jueves, 9 de julio de 2009

Hola Hola

Empezamos otro proyecto, esta vez será un proyecto que tenía pensado hacer desde que tengo el horario más o menos patas arriba. Trabajo en las tardes y noches, así que plácidamente puedo despertarme a las frescas de las 12 del día, no es que sea insomnio, es que simplemente soy un nocturno y dedico mis noches a leer o ver idioteces en youtube o alguna cosa de ese vuelo o peores, como leer o escribir incluso.

El caso es que también en esas noches escribo sobre lo que leo y leo lo que escribo de lo que leo, no, esto no es un ejercicio, es más bien mi plan para ir sacando poco a poco las ideas que me rondan en la cabeza sobre mis lecturas.

Además, los Internets nos proveen cualquier cantidad de facilidades para publicar o conseguir textos raros como por ejemplo los de Felisberto Hernández o de Macedonio Fernández. Pronto podríamos saber, no sé, de textos de Espiridión Balmora o Constantino Rúbido o cualquier otro autor raro pero valioso que ha sido por ahora a la cuneta de la literatura.

Mis noches claras son de literatura, por ello es que le puse a este proyecto "Literadura", no se puede dormir así. Y en lo que me cae el sueño, soñemos que las cosas pudiésen ser diferentes. De eso trata al final de cuentas la escritura.

En estos próximos días comenzaremos nuestras publicaciones regulares. Buenas noches.

PD. Por cierto, a diferencia de la mayoría de los críticos, acá escribiremos la mayor parte del tiempo de autores y textos que sí nos gustaron o que mínimo nos parecieron comentables, el asunto es recomendar, no destruir, aunque también ya mero voy a destruir a alguien desde esta botellita flotando en el océano.