José Emilio Pacheco es un amo, siempre lo ha sido y lo será con premios o sin ellos. Por ello, a pesar de ser la madrugada de un día esencialmente inhábil, me dedicaré a predicar en este mi púlpito en medio de la nada sobre Las batallas en el desierto, fácilmente su novela más famosa y de las mejores que se hayan escrito en México o sobre México.
Comienza con una descripción del mundo antiguo: el PRI en todo su esplendor en aquello que se llamó "El desarrollo estabilizador". Mexico crecía a tasas mayores al 8% año con año, Miguel Alemán era el tlatoani en turno, existía un sentimiento generalizado de optimismo que ahora nuestra clase política y algunos sectores empresariales añoran... por supuesto ninguno de ellos ejerció en aquella época.
Yo vivo cerca del Viaducto, relativamente cerca de la calzada de Tlalpan y realmente cerca del Eje Central, aquí por donde vivo en la época que menciona el libro había casas de cartón y cañerías que daban al río de la Piedad, por el cual navegaban "tronquitos" (u know wut I mean niggas); en dichas casas vivían mujeres jóvenes avejentadas arrejuntadas con albañiles, cargadores y entes de calidad similar e hijos que sepa dios quién es el papá y que ahora vivirían en Chalco o Ecatepec... en condiciones peores quizá.
La Roma era una colonia de clase media trabajadora, no como ahora que es de clase media (medio) intelectual, ahí vivía Carlos, el protagonista y narrador de la novelita.
Carlos es (era, en el tiempo en que narra su historia ya era un respetable señor) un niño sensible, listo, muy bajito según parece, que se enamora de Mariana, la mamá de su mejor amigo Jim.
Todo mundo sabe eso, pero lo que parecen ignorar la bola de sátrapas y mamilas que dicen leer y les da por opinar es que en las menos de 80 páginas que tiene la novelita México es pintado de una sola pieza.
Carlos se le declara a Mariana, un mujerón que supuestamente andaba con un gallón del gobierno priista, de esos que iban a todas las giras presidenciales pero que nadie sabía quién era. Carlos esperaba una reacción violenta y supuestamente merecida de parte de Mariana cuando lo hizo, pero en lugar de eso recibe la empatía y el aprecio de una mujer que definitivamente no jugaba en la liga mexicana. Lo que pasó después es más o menos narrado en la canción de Café Tacuba Las batallas, que ya todos conocemos, pero eso no me interesa.
El enamoramiento juvenil de Carlos por Mariana es un macguffin, meramente el pretexto para el autor del autor para retratar la hipocresía de la sociedad mexicana, que por cierto esa hipocresía sigue, no ha mutado mucho y se le puede hallar pura apenas te alejes unos pasos de la Condechi y de Paseo de la Reforma.
"El amor es una enfermedad en un mundo en que lo único natural es el odio"
Muchos han querido ver en esta novelita una justificación contra el comercio exterior, pues el papá de Carlos está a punto de quebrar porque su fábrica de jabón no deja de perder por culpa de los nuevos detergentes (a la mierda todos menos los de mi cueva, al final el papá de Carlos vende la fábrica a uno de sus competidores y gracias a que aprendió inglés es contratado como gerente por otra trasnacional) cuando no ven que el gran problema proviene del matriarcado que gobierna los hogares de México.
Carlos es el menor de una familia de origen jalisquillo cuya ultramocha madre considera extranjeros a todo aquel que no provengan de una (buena y decente, valga sea la redundancia) familia jalisquilla -esa actitud la he visto en algunos poblados cercanos a la Ciudad de México que no poseen interés turístico-. Sabe de las infidelidades de su marido pero no hace nada al respecto, el hermano es un porro de la vieja guardia, o sea que era de derecha, ahora los porros son de izquierda aunque eran a final de cuentas igualitos a los de ahora.
"Carne buena y barata la de gata".
El hecho de que los extranjeros, aquellos que no eran mexicanos-mexicanos-mexicanos, como por ejemplo los hijos de los gringuitos que trabajaban en acá, Toru; el amigo japonés de Carlos, que para el tiempo en que está recordando su infancia es ya el dueño de una industria japonesa que utiliza miles de esclavos tenochcas, los judíos y los árabes, que no participaban en las batallas en el desierto porque ellos sí se odiaban de verdad y todos los otros que de una manera u otra eran relegados, aislados o discriminados por su falta de mexicanidad acaban siendo los dueños de empresas, los jefes, los propietarios. Los que sí la arman porque ellos de alguna manera u otra acaban poniendo atención a su alrededor y viendo la manera de salir adelante en lugar de aspirar, como muchos de mis colegas y conocidos, a un hueso en el gobierno que les evite la fatiga.
México es un territorio muy generoso, para bien y para mal. Eso ya lo había notado Renato Leduc en sus memorias, por algún motivo son siempre los que emigraron, los que llegaron a nuestra jocosa nación huyendo de algo o de alguien los que prosperan mientras que nosotros los naturales nos quedamos mirando.
Este último detalle me recuerda que el propio JEP tiene un huesito de modestas proporciones en la SEP en el área operativa, de hecho uno de los mejores tesoros que me agencié este año fue un pequeño apendicito de pocas hojas, casi de tamaño misario, en donde JEP nos dice quiénes fueron los mejores poetas mexicanos de 1860 a 1960, ese tomito costaba 5 pesos de los viejos y yo lo compré por 5 pesos de los nuevos, que eran 5 mil de aquellos.
Es un placer supremo ese tomito, poetas relativamente olvidados son mencionados ahí, y qué poetas.
Y qué interesante este dato, porque hay un poema de JEP en donde habla de "cuando nos convirtamos en aquello contra lo que ahora peleamos", y viene a colación por la pejefilia que sufrió JEP hace algún tiempo, sin mencionar que está casado con Cristina Pacheco.. nuff said.
Resumiendo:
Un académico es una persona que por los rigores de sistematizar el conocimiento para su posterior transmisión tiene que volver difícil lo fácil; pero un artista es aquel hombre que vuelve lo difícil fácil. Como con esta novela. ¿Por qué este pinchurriento país no tiene esperanza alguna? La respuesta está en este libro.
Léanlo, no es muy caro ni tampoco muy grande.
Feliz año.
Otro buen retrato de un sector particular de la sociedad mexicana se puede encontrar en "Casi el Paraíso" de Luis Spota.
ResponderEliminarLuego nos echamos el chal sobre como la biografía del México del siglo XX no solamente es la "Region más Transparente" ó el análisis de la "mexicaneidad" nada mas se puede encontrar en "El Laberinto de la Soledad"
Un abrazo
Nos comen el mandado en nuestras propias narices, eso si mientras haya fútbol, que el recién agredido Salvador Calañas o como se llame no se nos muera, y que a Juana Angustias se case con su príncipe pues ¡¡qué siga la fiesta!!.
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