jueves, 17 de septiembre de 2009

Jay Kay y la raza de los escritores

J. K Rowling es considera por pubertos ñoños y kidults como la mejor escritora del mundo mientras que otros seres amargados o tal vez celosos -dentro de los cuales hay gente que realmente respeto- la consideran como la escritora de Best sellers más inflada en la historia de la vida. Tanto unos como otros se equivocan feamente, pues no es ni una cosa ni otra.





Jay Kay, como seguramente ya saben, escribió toda la saga de Harry Potter, el éxito literario más grande de la historia -éste sí probado con datos duros-, tan lo es que ella es la mujer más rica del Reino Unido, tiene aún más marmaja que la mismísima Chabelita II de Inglaterra, gracias a sus libros y a los derechos que generan.
Ya terminé de leer Los cuentos de Beedle el bardo y ya leí el primer capítulo de Harry Potter y la piedra filosofal y creo haberme formado una opinión.
Jay Kay es buena, tiene oficio realmente, su sentido del humor no es definitivamente el que se ve comúnmente en la literatura infantil y donde más se puede notar eso es en sus descripciones, que son bastante acabadas, de nuestro mundo real, el llamado muggle, que es en el que vivimos, compárese esas partes con algunas otras novelas, incluso algunas que son supuestamente “literatura” y verán a lo que me refiero.
Otro detalle que revela la calidad de Jay Kay es su manejo de la hipertextualidad y la metaficción. Sus novelas hablan de libros que no existen y que ella se los tuvo que sacar de la chistera, el caso de Beedle va todavía más allá. Pues al haber sido mencionado en la parte final de la saga como una herencia de Dumbledore a Hermione, Jay Kay termina escribiéndolo, seguramente lo hizo primero como un modo de combatir el tedio que seguramente debe estar sintiendo en estos últimos años y después como una obra filantrópica, pues sabrán que de este libro originalmente se iban a producir nomás siete ejemplares hechos completamente a mano para ser subastados, pero los pubertos ñoños y los kidults arriba mencionados presionaron para que saliera a la venta, la editorial, nada pendeja, decidió que órale y pues bueno, ya tengo mi edición de pasta dura editada al spanish, buena onda.
Beedle consta de unos pocos cuentos de hadas que los papás magos le cuentan a su hijos magos, cuentos en los que los protagonistas son magos, pero no magos perversos como sucede en nuestros cuentos de hadas muggles sino más bien magos vistos como el ciudadano de a pie. El esfuerzo es en términos generales muy bueno. Jugar a escribir clásicos de la literatura infantil no debió ser una cosa fácil, pero lo más jugoso del libro son los comentarios que don Albus Dumbledore nos lega. No hay demasiadas referencias al propio universo de Harry Potter, de lo que habla son de las lecciones morales que cada cuento deja y cómo éstos han modificado su propia vida de una manera u otra. Sea porque quisieron hacerlo obra musical -lol- o porque padres muy preocupados le escribieron sobre la pertinencia de que dicha obra estuviera dentro del acervo escolar, aderezado todo, claro está, por algunos apuntes históricos sobre la época en la que Beedle el bardo vivió.
Este manejo de textos que no existen -pero que podrían existir- le agrega profundidad a la obra de Jay Kay.
Hay un tercer elemento que indica que Jay Kay es una escritora de raza: ¿Cómo es que los más grandes escritores se forjaron a sí mismos? Escribiendo cuando les iba mal. La leyenda de que Jay Kay escribió la primera novela de la serie mientras estaba en Edimburgo viviendo en un cuchitril, sin empleo, siendo madre divorciada y padeciendo una depresión crónica –ok, creo que yo también tendría una en esas circunstancias- es ya bien sabida, terminó su novela y comenzó a rolarlos por las editoriales en copias que ella misma mecanografiaba porque entonces no le alcanzaba ni para fotocopias, etc, detalles ultrarreconocidos que prueban que lo de ella sí iba en serio y no simple pose.
¿Entonces por qué su base de fans ñoños? Porque lamentablemente Harry Potter sí tiene pasajes muy ñoños, todas las cosas buenas de su escritura se salen a pasear cuando los personajes tienen que hablar. Cosa extraña, normalmente son los diálogos la primera cosa que domina un escritor de oficio y Jay Kay sufre cuando sus personajes abren la boca. ¿A qué se debe?
Aventuraré una respuesta: Es el canon, no el canon de Harry Potter que ella creó, sino el canon del género. Jay Kay escribe sabiendo que su público “infantil” espera “magia” y “fantasía” y eso la constriñe.
Por lo pronto, su siguiente libro es una especie de ensayo, dicen que es una especie de introducción a la política para niños preguntones y grillos, no sé qué esperar de ello, mientras no se parezca a alguno de los libruchos que nos regala Rius todo bien.
Tan siquiera Jay Kay si sabe esbozar y dibujar, no nomás hacer monos.

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