martes, 13 de abril de 2010

El ejercicio de la maldad como un acto de justicia

La primera vez que leí Diablo guardián de don Xavier Velasco no le entendí. Pensé que era una colección de Pato-Porno-aventuras sí muy divertidas, pero hasta ahí. Lo interesante del caso es que con todo y todo lo consideraba el único Premio Alfaguara de novela que sí es triunfador, pues todos los otros que han caído en mis garras no pasan de ejercicios de estilo mamucos en el mejor de los casos.
Pero éste no. Y honestamente su autor es odiado con ganas por la Intelligentsia tenochca, no tanto como Sergio Zurita, de quien ya hablamos, pero sí tiene muchísimos detractores que de payaso no lo bajan, y no lo bajan por motivos que más bien diría que son por envidia.
En estas últimas semanas mi vida dio un giro inesperado, y por detalles equis, ye y zeta he vuelto a leer la novela y me topo finalmente con la sola y verdadera neta de la novela.
Muchos dicen que Diablo guardián es la representación de los deseos de don Xavier Velasco, pero vamos, qué escritor no ha hecho eso. También dicen que pudo escribir esta menumental obra porque fue mantenido buenamente por mamita (entiéndase su agüelita) allá por los barrios mansos de San Ángel mientras que toda biografía de escritor triunfador debe tener, según, una parte en la cual el escritor triunfador padece hambre y sueña con comerse a sí mismo para no entregar el equipo antes que su obra maestra.
Puras xaladas.
Pero ojo, Xavier Velasco probablemente no haya conocido a nadie remotamente parecido a Violetta y que este personaje sea la suma de muchas morras genialmente babosas que pasaron por su vida, que por lo que sabemos de él sí pasaron más de dos; sabemos que trabajó como copy y que esa chamba la detestó. No por nada renunció para poder escribir su novela; la cual, para empeorar las cosas, aparentemente se cita a sí misma, igualito que la Biblia o que Desayuno de campeones de Vonnegut de quien también ya hablamos antes.
Pero vamos a enfocarnos en un detallito de la novela. La guerra de guerrillas laboral. Hace poco tuideamos este chiste para ejemplificar lo que muchos trabajadores intelectuales piensan de sus superiores, el diablo guardián no está solo en ello: Recursos humanos de Antonio Ortuño ejemplifica un poco lo mismo, salvo que en el caso que nos incumbe en esta entrada de blog se lleva más allá, se abarca no nomás la vida laboral, abarca el ambiente mediocre de un amplísimo trozo de la sociedad mexicana que es el que tiene dinero y nada más que dinero. Enrique Serna le da un atisbo en Uno soñaba que era rey, pero aquí más que atisbo es una disección, y al plantearse el nudo de la novela ofrece un modo de combatir la mediocridad: la guerrilla, el troleo, la colocación de bombas de tiempo en puntos estratégicos de las empresas, la mala voluntad, disposición de seguir maliciosamente las órdenes giradas con estupidez, ignorancia o ambas, el remoloneo, la conspiración y el chantaje para mandar a calacas al jefe que apenas sabe leer pero que gana ocho veces más que uno, nunca funciona esa táctica, pero puedo decir con gusto que, ahora que tuve una temporada ejerciendo la mala leche como un modo de desestresamiento en la sociedad cooperativa en la que laboraba que como sanación, como catarsis, es chida y recomendable para los amigos.
Entonces, si el autor es un trol, si el escritor, el intelectual tiene como modo de vida el cuestionar las costumbres de su pueblo, de su modo de vida y hasta su misma existencia, puedo comprender bien la tirria que levanta un ser que no puede ser comprado con becas y que, por lo tanto, no es controlable.
Porque, como si fuera poco, Xavier Velasco es una figura de medios que igual escribe de polaca que de tenis o de los tenis de López Obrador junior y cuyos libros, porca miseria, se venden bien.
Él mismo ha dado muchas versiones de dónde y cómo apareció Violetta en su vida, la última versión que conozco genera lulz pues afirma, ah jijo, que Violetta es él; cuando Pig, el narrador es igualmente lo peor de él convenientemente vendido como concentrado.
¿Es que acaso él también, mientras se laboraba para la industria de la publicidá, se sentía más güila que creativo, más prosti que copy? Me recuerda aquella vez que en mi programa de radio afirmé que yo era de los que cobraban. Tras varios mensajes pidiendo informes tuve que acotar que sí, cobraba a 9 pesos la página foliada… 
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